La empatía en la infancia: los cuatro estadios de Martin Hoffman
Así se va desarrollando la empatía desde que nacemos
Nacemos con una capacidad de empatizar en mayor o mayor grado, y en los primeros meses de vida, gracias al vínculo con los padres y cuidadores, el niño aprende sobre las emociones de los demás.
Se ha dicho siempre que los campeones en empatía, relaciones humanas, solidaridad y compasión, son los niños. Esto es debido, en parte, a que ellos no tienen un pensamiento tan elaborado como para relacionarse con sus pares pensando en segundas razones. Simplemente el infante se solidariza espontáneamente con los sentimientos de las demás personas, sin ningún tipo de discriminación de raza, cultura o idioma, expresándoles su equidad y respeto no condicionados.
Posteriormente, en la edad adulta, comenzamos a adquirir creencias (de origen familiar y cultural) por las que comenzar a relacionarse con los demás. Muchas de estas creencias e ideologías adquiridas inconscientemente generación tras generación, suponen una limitación o un obstáculo a la hora de comprender la realidad de los demás y aceptarlos como iguales.
Primeros estudios sobre la empatía en la infancia
La empatía se remonta a los primeros años de vida, por lo que el psicólogo Edward Titchener la llamó imitación motriz.
David Goleman, psicólogo y uno de los máximos referentes de la inteligencia emocional, confirma lo arriba señalado después de obtener los resultados de un estudio en 1.011 niños. Además, dicho estudio encuentra que los infantes se centran más en los mensajes emocionales no verbales, como gestos o tono de voz, que verbales, y que poseen mayor estabilidad emocional.
Continuamente, entre los cinco años y la adolescencia, apunta Howard Gardner: ‹‹los niños se esfuerzan por mantener sus patrones de amistad, también dedican mucho tiempo a pensar en el ámbito interpersonal. Con esta capacidad acrecentada de colocarse en el lugar de otros individuos, se da el principio de formas recurrentes de conocimiento personal››.
En este sentido, el conocimiento de uno mismo permite desarrollar la capacidad cognitiva y afectiva para poder identificarse con el otro.
Influencia de los padres en el desarrollo de la empatía
El National Institute of Mental Health indica que el grado de empatía se halla directamente relacionado con la educación que los padres proporcionan a sus hijos.
De hecho, los padres conforman el primer contacto empático que tiene el niño hasta que inicia la escolarización y se relaciona con otras personas fuera del círculo familiar, y aun así, se considera que la empatía tiene en los niños un carácter eminentemente natural.
Para Martin Hoffman, psicólogo experto en inteligencia emocional, es precisamente la estrecha relación y cercanía tanto física como emocional que existe entre padres e hijos en la temprana infancia, lo que motiva el desarrollo de sentimientos y respuestas empáticas.
Este autor clasifica la empatía en el desarrollo infantil en 4 estadios:
- Empatía global
Durante los primeros meses de vida, el niño se encuentra tan unido a sus padres en una relación de dependencia, que difícilmente puede diferenciar entre sus sentimientos y los de ellos, tanto así que imita cualquier emoción que perciba.
- Empatía egocéntrica
Corresponde al primer año de vida cuando los niños ya son capaces de diferenciar los pensamientos y sentimientos ajenos de los propios. Sin embargo, sus respuestas empáticas aún se encuentran centradas en sí mismos, por ejemplo, creen que la mejor solución a la tristeza de otros es haciendo lo que a ellos les hace feliz, como ofrecerles su juguete u oso de peluche.
- Empatía con los sentimientos de los demás
Entre los 3 años y la pubertad el niño va desarrollando su empatía desde las emociones simples hasta las complejas. A los 4 años es capaz de reconocer la tristeza y la felicidad en sus coetáneos, mientras que a los 10 u 11 años podrá comprender (y experimentar), sentimientos más complejos como la decepción.
- Empatía con la desgracia general de los demás
Llegados a la adolescencia los jóvenes son capaces de comprender que cada persona posee una historia de vida que impregna su modo de enfrentar la alegría y la adversidad. Por tanto, sus experiencias actuales no se reducen a la situación inmediata, más bien la trascienden y se conectan con vivencias pasadas.
Además, los adolescentes son capaces de sentir empatía por realidades ajenas a ellos. Se conectan fácilmente con grupos sociales cuyos intereses quizás no corresponden a su situación particular: los discapacitados, discriminados, pobres, etc.
Debido a lo expuesto, es vital cuidar de los niños en todos los sentidos, cuidar los vínculos que mantenemos con ellos, atender sus necesidades emocionales y proporcionarles un ambiente estimulante física y emocionalmente. Es la mejor manera de acompañarlos en el desarrollo de sus habilidades empáticas naturales.
Referencias
Gardner, H. (2001). Estructuras de la Mente. Teoría de las Inteligencias Múltiples. Fondo de Cultura Económica. Colombia. ISBN: 958-38-0063-5.
Golemam, D. (1995). La inteligencia emocional. Editorial Kairós. ISBN: 7 88472453715.
Hoffman, M. (2002). Desarrollo moral y empatía: implicaciones para la atención y la justicia. Cornellá del Lobregat: Idea Books.