Los modelos de la Inteligencia Emocional más importantes
Modelo de Goleman, modelo de Bar-On, modelo de Salovey&Mayer...
Estos tiempos, difíciles de procesar para algunos, han puesto a prueba nuestros recursos para afrontar situaciones complicadas, por lo cual la Inteligencia Emocional (I.E.) ha adquirido una relevancia importante de apreciar.
El valor de la I.E. reside en que es la mejor forma de adaptarnos a nuestro nuevo estilo de vida, por lo que los modelos de inteligencia emocional que hoy existen nos permiten gestionar nuestras emociones. Pero veamos quiénes son sus pioneros, cuáles son sus componentes y cuáles sus enfoques.
Todo comenzó con Goleman y Salovey y Mayer
Todos sabemos que un modelo teórico se construye desde estudios anteriores, y que todo conocimiento se apoya en las innovaciones y aportes de los investigadores para luego dar lugar a nuevas teorías o modelos.
Es aquí donde hacen presencia los estudios de I.E., realizados por Daniel Goleman, expuestos en su obra sobre Inteligencia emocional (1995), donde hace pública la primera investigación extensa sobre inteligencia emocional.
Pero cada autor toma de sus colegas los desarrollos teóricos que le ayudan a complementar sus propuestas. En este caso, Goleman se apoya en los planteamientos de Howard Gardner acerca de la inteligencia interpersonal e inteligencia intrapersonal, expuestos en su libro Inteligencias múltiples y que representan la denominada inteligencia emocional.
Sin embargo, la inteligencia emocional se comienza a desarrollar como modelo con Peter Salovey y John D. Mayer, quienes se enfocan en las habilidades para percibir, facilitar, comprender y regular las emociones. De hecho, Salovey y Mayer (1990) escriben el primer artículo científico titulado Inteligencia emocional.
Modelos más conocidos de la Inteligencia Emocional
Trujillo & Rivas (2005) encontraron “240 modelos que miden la I.E.,” los cuales se clasificaron en modelos de habilidades y modelos mixtos. Una de las exigencias de validación de tales modelos fue que: “el autor y el modelo estuvieran incluidos en el índice de citas de arte y humanidades”.
Pero veamos los puntos de encuentro de estos modelos y el énfasis que le otorga particularidad a cada uno.
1. Modelos mixtos
Para caracterizar a la I.E., estos modelos se enfocan en los rasgos de personalidad referidos al control de los impulsos, la motivación, tolerancia al fracaso, capacidad para manejar el estrés y la ansiedad, asertividad, confianza y perseverancia.
El hecho de que el acento en este modelo sea colocado en los rasgos de la personalidad, tiene mucho que decirnos: García & Giménez (2010) nos lo ilustra mediante situaciones que observamos frecuentemente, donde una persona con un cociente de inteligencia medio, es nombrado gerente de una empresa, con el plus valor de tener un excelente desempeño ante otro individuo cuyo cociente de inteligencia es alto, pero no tiene la misma capacidad de relacionarse ni de trabajar.
Modelo de Goleman
Recordemos que es Goleman quien distingue el cociente emocional (CE) del cociente intelectual (CI), precisando el carácter complementario de ambos. Un apartado de su obra Inteligencia Emocional nos muestra, parafraseando a Howard Gardner, lo que debe perseguir la inteligencia emocional que: lejos de clasificar a los niños, debe promover el cultivo de sus habilidades y dones naturales.
Por ejemplo, gerenciar una organización es algo que se aprende mediante el cultivo de la disposición personal, el interés y la vocación por los negocios, y por desarrollar un excelente clima laboral y organizacional.
Es por ello que el modelo de Goleman se enfoca en el desarrollo de las competencias para la auto-conciencia. Esto quiere decir que conocer las emociones propias y ajenas, pasa por una auto-revisión de lo que yo quiero, lo que me gusta y en qué espacios puedo cultivarlos, lo que a su vez me genera una motivación propia que ha de conducirme a buscar lo que ya sé que quiero. Luego está la capacidad para empatizar o reconocer emociones ajenas que me conducirían a buscar aliados y sumarlos a mis ideas-proyectos, seguido esto de una autorregulación de las emociones; llevar con pausa, pero con seguridad, lo que buscamos y así poder desarrollar habilidades sociales como, por ejemplo, qué tareas hago para lograr el éxito, o para encontrar aliados (García & Giménez, 2010).
Modelo de Bar-On
El psicólogo de origen judío, Bar-On (1944), se centra en el “bienestar psicológico”. Esta premisa es clave en sus investigaciones de 1997, y en ella fundamenta sus trabajos posteriores: Inventario de Cociente Emocional.
Retoma el concepto de “inteligencia social”, que Thorndike introdujo en 1920, para describir la habilidad de comprender y motivar a otras personas. En este orden, la propuesta de Bar-On se enfoca en varios componentes: intrapersonal, interpersonal, estado de ánimo en general, adaptabilidad y manejo del estrés.
Para Bar On, el término “inteligencia emocional y social” se relaciona con las capacidades de afrontamiento (adaptación) a situaciones diarias que demanda el medio. Nos asegura que “la modificabilidad de la inteligencia emocional y social es superior a la inteligencia cognitiva”. Con esta afirmación deja en claro la relevancia de la I.E., para una comprensión emocional de sí mismo, poder ser asertivos cultivando la habilidad para expresar sentimientos o creencias sin herir a los demás, así como poder desarrollar el concepto de uno mismo como parte de la aceptación y el respeto que con mayor facilidad, ha de conducirnos a la autorrealización, haciendo lo que nos hemos propuesto, logrando la independencia o la propia dirección de “sí mismo”.
En el componente interpersonal de Bar-On encontramos: la empatía o la capacidad de “ponerse en los zapatos de otro”, las relaciones interpersonales como habilidad de empatizar y cultivar vínculos sociales sanos, productivos y gratos, y responsabilidad social como tendencia a la cooperación y al cumplimiento.
Dentro de los aspectos más relevantes para nuestra vida cotidiana, bien sea en el hogar, en el trabajo o en los grupos sociales, queremos destacar en el marco de la adaptabilidad, la Prueba de la realidad como habilidad para distinguir entre lo que “experimentamos y lo que en realidad existe”, y la Flexibilidad como habilidad para ajustar adecuadamente nuestras emociones, pensamientos y conductas ante eventos cambiantes.
¿Alguna vez te has imaginado una situación catastrófica?, pues la prueba de la realidad te apoya a salir de ese “hoyo” que, muy seguramente, lo has visto en tus ideas, pero no en la realidad, no ha ocurrido, y seguramente nunca ocurrirá.
En el componente del estado de ánimo en general, Bar-On nos nombra la tan ansiada palabra y deseo: Felicidad, pero no como estado ideal sino como capacidad para “sentir satisfacción con nuestra vida”, y el Optimismo como habilidad “para ver el aspecto más positivo de la vida”.
2. Modelos de habilidades
Estos modelos entienden la I.E., como un conjunto de habilidades que implican el procesamiento de información para llevar a cabo ciertas acciones como identificar emociones o capacidades para gestionarlas.
Modelo Salovey y Mayer
Salovey y Mayer crearon en 1997 una escala de medición de la I.E., enfocada en medir “las cualidades más estables de la propia conciencia de las emociones y la capacidad de dominarlas”.
A su método lo denominan “Escala de meta-estado de ánimo y rasgos”, conocido en inglés como Trait Meta-Mood Scale (TMMS), que valora también las creencias en torno a “uno mismo”, entre las cuales se encuentran: “la atención, la claridad y la reparación de estados emocionales” (Trujillo & Rivas, 2005). Este modelo conduce a un proceso necesario de reestructuración de la vida, sobre todo si las personas han atravesado experiencias traumáticas (un duelo, un accidente, una enfermedad).
El modelo Salovey-Mayer se enfoca en cinco componentes: la percepción emocional o capacidad de percibir emociones en uno mismo y en los otros, la capacidad de asociación (pensamiento) entre emociones y sensaciones, la compresión emocional o capacidad de negociación y resolución de problemas, la dirección de una emoción o capacidad de entender las consecuencias de los actos sociales y el auto-control de las emociones.
No obstante, Salovey y Mayer nos afirman que existen habilidades predispuestas en el cerebro de cada persona, de carácter cognitivo “o destrezas de los lóbulos prefontales del neocórtex”; o las partes más evolucionadas del cerebro, que hacen posible la percepción, la evaluación, la expresión, el manejo y la autorregulación de las emociones “de un modo inteligente y adaptado al logro del bienestar”, enmarcados en las normas sociales.
Otros modelos
Estos modelos son parte de la tradición investigativa dentro del campo de la Inteligencia emocional, que no ha dejado de parar y que, de alguna manera, permiten reconocer su importancia para que tomemos la decisión de cultivar nuestras aptitudes y mejorar las actitudes para una vida feliz al estilo de Bar-On: estar contentos y disfrutar de lo que hacemos.
El modelo de Cooper y Sawaf
Fue propuesto en 1997. Es conocido como el modelo de los “cuatro pilares”, ya que incluye la capacidad de las personas para alfabetizarse emocionalmente, la agilidad emocional para la comprensión de las emociones propias y las de otros, tanto como la profundidad emocional y la alquimia emocional como parte del comprender con quienes empatizo y con quienes no.
Modelo de Extremera Pacheco y Fernández-Berrocal
Surge en el año 2001. Se enfoca en tres variables: percepción de las emociones, su comprensión y regulación. Es un modelo explicativo aplicado tanto en ambientes escolares como clínicos. Se basa en la escala de Salovey y Mayer y, muy a la par de otros modelos, se concentra en comprender las emociones que transitamos para así poder regular nuestros propios procesos.
Modelo Matineaud y Engelhartn
Este modelo surge en los noventa, planteando que la I.E., puede evaluarse por medio de cuestionarios que integran el conocimiento de sí mismo, el manejo del humor, la auto-motivación, el control de los impulsos para demorar la gratificación y la capacidad para ponerse en “los zapatos de otro”.
Modelo integrador
Ya hemos observado la relación entre los distintos modelos expuestos, y aunque cada uno tenga un enfoque específico, todos coinciden, siguiendo lo que ha señalado Goleman: el cociente intelectual y el cociente emocional no se excluyen, sino que, todo lo contrario: se complementan.
Tal apreciación hace posible una visión más compleja de la Inteligencia emocional, que integra los componentes intrínsecos y extrínsecos de las personas que, igualmente, han sido considerados por otros autores en modelos anteriores.
Por supuesto, es más fácil comprender que un individuo no puede ser despojado de ningún tipo de inteligencia para poder realizarse en la vida. Lo que sí puede es buscar las herramientas que le hagan posible una vida con el mayor bienestar psicosocial posible, sobre todo cuando se trata de hacer frente a procesos adaptativos por los cuales todos pasamos durante el transcurso de nuestras vidas.
Esto es lo que propone el modelo integrador. Éste entiende como cualidades internas las “características idiosincrásicas del individuo”, y por cualidades externas a los “comportamientos a partir de la adaptación o adopción del entorno como habilidad de crear modelos mentales y la capacidad para adaptarse”. Dentro de estos elementos externos se hallan: la empatía, la capacidad para comunicarse y la persuasión que no necesariamente han de ser innatas, pues muchas de ellas pueden ser aprendidas.
Acaso: ¿alguna vez has pensado que deberías ser más amable o colaborativo/a con los demás?, o ¿te gustaría poder superar el estrés con mayor facilidad?, o ¿quisieras aprender a relacionarte mejor con tus compañeros?
Pues todas las respuestas forman parte del mundo de la inteligencia emocional, del anhelo que todos tenemos por ser cada día mejores, de poder canalizar nuestros cambios en uno mismo/a, en la familia, en la escuela, en la empresa, ¿y por qué no en el planeta?
Por esto el modelo integrador nos enseña la dimensión endógena (interna), donde la capacidad de aprender algo nuevo, la responsabilidad de hacerlo y el sentido común son vitales, así, la dimensión exógena (externa) tiende a la habilidad de crear modelos mentales con el objeto de no volver a utilizar en una misma situación, un modelo con el que ya hemos fracasado.
Todo esto nos conduce a un proceso de adaptación y aceptación consecuente con las modificaciones producidas a diario en la naturaleza, la sociedad, los Estados y en la vida cotidiana.
Finalmente, existen muchísimos más modelos de la I.E., pero todos sus autores, sin lugar a dudas, han bebido de las aguas originarias de la Inteligencia Emocional de Daniel Goleman y Salovey y Mayer en tanto que apuntan hacia un equipamiento personal para la gestión de las habilidades sociales que nos permitan vivir sintiéndonos mejor cada día.
Referencias bibliográficas
García Fernández, M. & Giménez-Mas, S.I. (2010). La inteligencia emocional y sus principales modelos: propuesta de un modelo integrador. Espiral. Cuadernos del Profesorado [en línea], 3(6), 43-52.
Golemam, D. (1995). La inteligencia emocional. Editorial Kairós. ISBN: 7 88472453715.
Trujillo Flores & Rivas Tovar (2005). Orígenes, evolución y modelos de inteligencia emocional. INNOVAR, revista de ciencias administrativas y sociales. Universidad Nacional de Colombia.